Puentes de barro y lana

Eloy Sebastián Huamaní Tucno

Don Jorge, un anciano artesano de Cajamarca, llegó al mercado central de Lima con sus cerámicas. Era su primera vez fuera de su comunidad y la ciudad lo abrumaba. Había venido por una feria nacional que buscaba reunir a productores de todas las regiones, pero sentía que nadie entendería su trabajo.

A su lado, Juana, una joven tejedora aimara, notó su incomodidad. “¿Primera vez aquí?”, preguntó con una sonrisa. Jorge asintió. “Aquí todo es tan distinto. No sé si les interesará lo que hago”. Juana le mostró una manta. “A mí me pasó igual. Pero cuando compartimos lo que somos, la gente empieza a vernos”.

Durante el día, personas de todos los rincones del país se acercaron a Jorge. Una pareja costeña compró una vasija para su comedor, un extranjero le pidió que explicara los símbolos grabados y un niño amazónico expresó su deseo de aprender a modelar cerámica.

Cuando la feria terminó, Jorge entendió que su arte no solo era suyo. Era un fragmento de la historia del Perú. En esa feria, la diversidad no era una barrera, sino un puente. Entre cerámicas y tejidos, Jorge vio el país que soñaba: unido, humano y orgulloso de sus raíces.