Jesús Manuel De La Cruz Baca
Cambio climático: frase que retumba.
Algunos lo ignoran, otros lo reflexionan.
Pero todos lo sufrimos.
Y, de esta alteración del clima,
nuestros cuerpos serán testigos.
San Juan de Lurigancho, uno de los «hornos de Lima”,
cuyos habitantes hemos soportado,
en los últimos años,
el tormento del verano,
que alguna vez fue diversión y entretenimiento,
y ahora lo padecemos cual castigo del cielo.
La ola de calor es nuestro tormento:
pieles enrojecidas, sudoración excesiva,
deshidratación y sensación de mareo,
en cada lugar y en cada momento.
Las mascotas y los animalitos callejeros,
desesperados buscan huir del calor intenso.
¿Andar bajo las sombras? Ya ni esas nos protegen.
Quizás la sombras de los árboles:
la humedad que liberan, esa sí que nos refresca.
Nuestras casas nos han traicionado:
si antes fueron nuestros refugios,
ahora son nuestros verdugos.
Pero fue por causa del concreto,
elemental para la construcción,
también conductor de calor.
¡Ya no hay forma de refrescarse!
¡Ya no se pudo ni dormir!
Si la noche era el alivio,
esta vez no fue sino agobio.
Mientras que, en las calles sofocantes,
miles de vehículos desfilan:
ojalá tomemos conciencia
de que su combustible fue un alterador del clima.