Chuscos

Ana Virginia Bendezú Guerra

Un cachorro grande y blanco corría vivaz en uno de los parques del malecón; la fresca sombra de los árboles y el rumor acompasado del mar invitaban al sosiego. Sin embargo, un diálogo alterado rompió con esa armonía.

–No le digas nada a esa pobre ignorante, no te va a entender –escuché decir al dueño de la mascota. La esposa, entonces, dio por concluida su protesta mirando con desdén a la pequeña mujer uniformada; una empleada municipal de rasgos indígenas que al parecer les había hecho una observación. La pareja vestía con finos buzos, de colores claros, que hacían juego con el pelaje del bello animal.

–¿Qué le reclamaban con esa violencia, señora? –le pregunté a la trabajadora cuando aquella majestuosa familia abandonaba el lugar. –Su perro no tenía collar, señorita. El reglamento es igual para chuscos o de raza –me contestó ella luego de un carraspeo.